25 de junio de 2013

El fuego que divide.

El fuego es la razón de ser de la raza humana. El fuego transformó una vida incómoda de unos homínidos en una vida más confortable de unos hombres a través del paso de centenares de miles de años.
El conocimiento del mismo, su control y su posterior utilización para la defensa, la iluminación y sobre todo para la alimentación es básico para entender de dónde venimos y porque somos como somos. Hijos del fuego.

Pero hoy no voy a hablarles de historia del Paleolítico, de la que mucho desconozco, sino de algo menos intelectual y mucho más prosaico y banal. Al menos a simple vista, aunque subyagan en el argumentario notas de más profundo calado cuasi antropológico. Hoy les planteo la relación del hombre y el fuego. Y por hombre quiero decir el hombre como género sexual, no como sustantivo equivalente a Humanidad. El macho y el fuego.

No vamos a analizar quién era el responsable de crear ese fuego hace 150 mil años, ni tan solo las técnicas para lo mismo. Gente más preparada y documentada lo ha hecho ya o lo hará por mi en un futuro. Pero en aquellas sociedades nómadas de las edades pre-históricas (como si no fueran historia misma en sí) los trabajos de caza y recolección quedaban divididos de forma simple: caza para el hombre, recolección para la mujer. Tras miles de años de supuesta evolución (al menos en el plano cultural), los roles por género variaron poco. La mujer se quedaba en casa y el hombre salía a cazar (trabajar). Una división sexual del trabajo ideal para neanderthales y para fascistas contemporáneos en su defecto. Fácil. El trabajo se divide y cada unidad de la familia tiene su función.

Pero no siempre. Y aquí entra otra vez el fuego, protagonista cálido de la introducción. Mientras la mujer era dueña obligada de la cocina en el ámbito doméstico hasta bien entrado el S.XX, el hombre se adueñaba de la cocina exterior cuando era menester. Si se salía de casa a hacer la comida, en lo que podríamos llamar “exococina” a lo Lévi-Strauss, el hombre adoptaba el rol principal en la elaboración y transformación de los alimentos a ingerir. Para que no se pierdan y decirlo claramente, el hombre siempre ha dominado la cocina de fuego en barbacoa fuera de casa.
Es algo extraño, hombres que jamás se acercaban a la cocina en casa pero que tenían muy claro que su papel era éste y no otro delante de una barbacoa. La socialización masculina delante del fuego con una opcional bebida socializadora en la mano. Curioso.

¿Cuál es la razón objetiva para lo mismo? Es difícil de precisar. Primero, y lo que antes me viene a la cabeza es una razón de carácter machista. El fuego, como algo complicado de elaborar en origen, no puede ser dejado a una mujer que no va a ser capaz de crearlo. Así, el macho se apropia de esa función en una jugada que resumimos en “apártate que tú no sabes”. Y el hombre queda como el experto que tal vez no sea. Hagan memoria, repasen todas las veces posibles en las que alguien ha encendido una barbacoa y piensen en el % de hombres y mujeres.
Esperemos que en los últimos tiempos esto ya haya cambiado también.

Otra razón podría ser la de darle a la mujer el día “de fiesta”. Salimos de casa, estás fuera de TU cocina, así que el hombre se hace responsable en este nuevo hábitat. Es una opción que sigue siendo de un machismo recalcitrante afirmando el rol “natural” de la mujer en la cocina y en el que el hombre siempre “colabora”, no reparte funciones. Se acepta que la responsabilidad es femenina, pero se hace un favor. Indecente de igual forma.


Una tercera razón sería el peligro del mismo fuego. Otra vez el machismo entra por la puerta. Una mujer no debe correr ese riesgo y el hombre se “sacrifica” por ella. Muy gentil y altamente machista, bajo la corteza de la caballerosidad.

Una cuarta razón podría llegar a ser el “así se ha hecho siempre”, con lo que poco se puede añadir. Evidentemente el “así siempre se ha hecho” esconde otra visión dominante del macho doméstico.

No es un tema para el que haya que haber una respuesta. Es un simple pensamiento que siempre me ha fascinado y lo comparto con ustedes. Muchos años de barbacoas familiares y mucha observación gastronómica. Roles divididos, aparente banalidad que tal vez esconda aspectos no tan banales.

Necesidad de cambiar muchas visiones. Conseguir una igualdad efectiva desde los detalles.
Dios está en los detalles, decían. Pero también el Diablo...y tiene una relación más estrecha con el fuego, sin duda.