27 de diciembre de 2012

El imaginario imaginado.


Somos hijos del contexto histórico y nietos bastardos de nuestro pasado reciente. A veces incluso creemos que el pasado reciente es nuestra historia, y no dejamos de equivocarnos.

Nuestra cultura o lo que entendemos por ella siempre ha sido deudora del mundo clásico de Grecia y Roma. La ciudad de los Foros Imperiales marcó nuestro pasado y sigue marcando nuestro futuro de una forma difícil de precisar. 

Historia y gastronomía, si es que se pueden separar esos conceptos, son claros ejemplos de lo que digo. El producto mediterráneo, en el eterno viaje del retorno a sus raíces nos muestra como lo que una vez fue, sigue siendo. Cómo la oliva, la uva y el cereal siguen siendo hoy día base de esa comercialmente llamada dieta mediterránea. Una dieta milenaria no exclusiva de Europa que puede seguir siendo clave en el futuro comercial de este nuestro país.

Pero hoy no hablaba de gastroexportaciones como salida a la crisis. Hablaba del amor por Grecia y sobre todo y ante todo por Roma. Por una razón: porque seguimos amando y mitificando la cultura gastronómica italiana (marketing aparte).

Una razón es la expuesta anteriormente, esa historia común, innegable, en la que nos reconocemos y que nos forjaron hace dos mil años por muchos períodos oscuros que hubiese en medio. Otra muy importante, es el cine.
La cinematografía principalmente americana ha hecho que aceptemos la cultura italoamericana prácticamente como un reflejo de la nuestra. Siempre por la pasión por esos malos con los que uno se identifica en mayor o menor medida o por los que simplemente se siente una admiración inexplicable. La figura del mafioso de Coppola, o Scorsese. Tony Soprano en su esplendor. La pasta, el tomate y sus dulces. El cannoli como credo tras un plato de spaghetti y albóndigas. Imaginario imaginado. Platos italianos que no lo son. Platos americanos (¿) con base italiana. No es lo mismo pero podemos llegar a creerlo. Hagan la prueba, acérquense a una Osteria de Nápoles y pidan spaghetti and meatballs. Seguramente los echen de la ciudad y con toda la razón del mundo. Somos hijos de Francis y Martin y no lo sabíamos.

Aceptamos de forma subconsciente esa cultura “italiana” que no lo es o no acaba de serlo. Es una mezcla, como casi todo en este mundo nuestro. No hablo del público en general, pero sí por muchos consumidores de cine y no de historia de la gastronomía italiana.

Ese amor por lo italoamericano nos hace también amar Italia o admirarla. Así, volvemos a aceptar una especie de gastronomía romana como propia. Italia y el panettone. Alimento divino que adoptamos como propio y en las mesas de Navidad. ¿Por qué? Porque amamos Italia. No fue así siempre, pero vivimos momentos de renacimientos. Y la admiración por esa gastronomía rica como la italiana es uno de ellos. La globalización también juega aquí sus cartas indudablemente.

Así, llego al final del artículo con lo que en realidad era la causa y origen del mismo. La creciente admiración por otro producto que se pone de moda y se empieza a aceptar en locales de Barcelona y provienen de ese mundo cultural imaginado. El pastrami. Sustantivo que deriva o que pretendía sonar como salami para italianizar el producto o tal vez hacerlo reconocible buscando un referente.
Bocadillos de pastrami para mafiosos italoamericanos en películas de Hollywood o series de calidad de la HBO. Lonchas a kilos de pastrami dentro de pan o de bagels. New York classic a 300 gramos de embutido especiado por unidad. Imaginario imaginado, alimento italiano para italianos en películas sobre italianos.

Lástima que sea un producto judío y que no lo conozcan en Italia. Nos arruina toda esta imagen construida.
Las emigraciones europeas del XIX a esa América del Norte que se estaba convirtiendo en el centro del mundo se llevaron consigo muchas de las tradiciones gastronómicas de esa Europa decadente y empobrecida de condiciones infrahumanas que debía agradecer a un crecimiento económico y demográfico sin paragón su misma situación. Con ese movimiento, la población judía de muchos de esos países de la Europa Central u Oriental se movió hacia los Estados Unidos, buscando un nuevo horizonte, como millones de compatriotas irlandeses, rusos, polacos o italianos. Y allí configuraron alrededor de 1880 lo que sería el icónico pastrami sandwich, en New York, aunque se fue extendiendo por otras grandes ciudades como Chicago. Esos grupos emigrados, como los de origen germano-judio askenazi fueron los portadores de la delicia a ese nuevo mundo (para el hombre europeo blanco). Las delicacies-essen, delikatessen como el pastrami en delis judíos desde hace más de un siglo. Tradición. Katz, 2nd Avenue Deli, the Carnegie…historia y cultura. Gastronomía.

No pidan pastrami en Italia o los volverán a echar del país. Y les prohibirán la entrada una tercera vez.

6 comentarios:

  1. El pastrami aparte de ser una delicia guarda mucha historia que si es contada de esta manera cobra un especial interés si cabe.
    Quizás haya gente que no ve más que un embutido judío que ha visitado y calado en medio mundo. Pero su historia atesora tanta riqueza que es digna de ser compartida con la otra mitad de la humanidad que todavía no lo ha probado.
    www.pastramibarcelona.es
    http://pastrami-bcn.blogspot.com.es/

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  2. Gracias por el comentario y por habernos acercado semejante producto a casa...somos muy fans, se nota, ¿no? :)

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  3. En NYC es fácil encontrar Pastrami vegano, supongo que lo tienen integrado en la dieta que la necesidad de veganizarlo era enorme. Aquí lo he encontrado también, pero la verdad que no está tan bien conseguido...

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  4. El lobby vegano debe ser más visible y presionar mucho más entonces!! ;)

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  5. El lobby vegano español estamos al 100% obsesionados con la veganización del jamón curado, en la versión que sea, de Parma o serrano. Pero esperop volver a NYC y reencontrarme con ciertas Delikatessen :D

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  6. Tenéis todo nuestro apoyo!! ;) y yo también quiero volver a NYC...

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