3 de enero de 2013

Mr.Marshall, usted ya no es bienvenido.

En tiempos de pobreza extrema en este país que no es hoy, aunque todo está por llegar, hubo una querencia trasnochada por el amigo americano fácilmente entendible. Dinero, dinero y más dinero que en realidad quería decir esperanza. A cambio, había que mantener un régimen fascista anticomunista, pero eran otros tiempos y otro contexto. Eso no volvería a pasar nunca más, como ustedes saben perfectamente.

Hoy no hablamos de política, pero sí de algo que va ligado a ella, y es la influencia cultural de un país sobre otros. Y en este tema no hay duda de que los USA son el paradigma definitivo.

Aspectos culturales que se adaptan como propios por culturas diferentes es propio de comunidades abiertas. Querer recibir, permitir o tolerar influencias exteriores es signo de modernidad, bajo mi humilde punto de vista, y es algo que siempre ha pasado, incluso en la remota edad media europea. Somos fruto de la mezcla y el mestizaje desde tiempos inmemoriales y nuestra capacidad para absorber por ejemplo, productos, técnicas, ideas es ilimitada. Por eso somos sociedades abiertas aún hoy. Es nuestro ADN.

Pero no siempre es así. Dependiendo del qué y el quién, somos más o menos abiertos o toleramos o no toleramos. O nos cansamos de tolerar. Se pone de moda el sushi o el baklava, el público se muere por comprar parmesano de calidad o por beber cerveza belga. 
El artículo tiene una razón y el título lo deja claro y es que no sé hasta qué punto estamos hartos de tolerar la influencia americana.

Si bien todo lo que nos llegó de los USA fue visto durante décadas como el culmen del modernismo y lo ye-yé (no sin previa resistencia de intesidad modulable), desde hace unos años se percibe en el ambiente una cierta hostilidad a lo que podríamos llamar el "ex-amigo americano". Es de hecho aún un amigo, pero de esos a los que nunca llamas y te dan un poco igual. Tuvieron su momento para ya no. Así se trata un poco a los Estados Unidos hoy día. Hijos culturales de Levi's y Coca Cola ya no queremos todo lo que ofrecen.
¿Es un símbolo de querer cerrarnos, encerrarnos o dignificarnos como cultura? No tengo respuesta.
Pero tengo claro que existe esa hostilidad latente o evidente. El cupcake o el brunch son el ejemplo de lo que les hablo.

Brunch. Desayuno contundente, esmorzar de forquilla o incluso vermut directamente. Pero diferente, con platos diferentes y sin duda de diferente carácter. ¿Es una moda impuesta o impostada? ¿Hay que rechazarla por ser una pijada o una horterada para snobs acomplejados? Es el eterno debate sobre el qué aceptamos y qué no. Yo tengo mi opinión, que daré tras hablar brevemente del ínclito cupcake. Magdalena venida a más o con ínfulas, es la diana preferida cuando se habla de procesos aculturadores. Odiada por su origen y por lo que representa, además de ser vista como amenaza al producto autóctono. Un producto autóctono que bien puede ser un croissant manufacturado utilizando imaginario turco hecho en Viena y popularizado en Francia. Pero propio.

Mi opinión es clara: si el brunch fuese una práctica puesta de moda desde Italia o Francia y el cupcake fuese un panettone, se aceptarían no necesariamente de buen grado pero al menos se tolerarían sin odios atávicos por no representar al diablo imperialista yankee encarnado por las pijas de Sexo en Nueva York. Porque al final, es eso lo que odian u odiamos. Otro debate al hilo sería hablar sobre los precios, o sobreprecios que se pagan en este mercado de lo que está de moda, sea temporal o venga para quedarse. Ése ya es otro problema y que compite esencialmente al que quiera pagar lo que se piden en esos locales. Siempre han existido tanto los desayunos copiosos como los dulces extraendulzados. Pero yo no voy a negar a nadie el hecho de que quieran disfrutar de esta actualización. Me parezca un snobismo propio de memos o de gente que quiere estar a la última. Cada uno decide lo que quiere hacer. Y aquellos que no lo acepten así no hace falta que se erijan en la reserva espiritual de Occidente. Es comida, es cultura, pero no se impone nada. Hay oferta de todo tipo. Mientras queramos.

Nos impusieron la basura aquella de la hamburguesa fastfood y lo compramos. Ahora nos traen huevos benedict y les decimos que no. Espero que sea por el precio y no por consideraciones ajenas a la gastronomía stricto sensu.
Criticar el brunch como moda extranjera que nada tiene que ver con nosotros es igualmente criticar el hecho de tomar un café por la mañana.

La comedia es tragedia más tiempo y espero sinceramente que pronto nos estemos riendo todos. 



5 comentarios:

  1. Per alusions, jo que t'he criticat avui per lo del brunch al twitter :) Jo no tinc cap problema que es facin brunchs amb ous benedict aquí, al contrari. Poder provar bones coses de tot el món a prop de casa és una sort. Però fer servir brunch indistintament per qualsevol cosa que sigui un esmorzar fort, no, tenint la opció "esmorzar de forquilla".

    Està bé que la oferta i la demanda ho reguli tot com dius, però això no treu que a mi personalment em pugui saber greu que triomfin brunchs i cupcakes per sobre d'esmorzars de forquilla i magdalenes. I l'odi americà suposo que és perquè tenen el poder per imposar la seva cultura gastronòmica i aniquilar o reduir la local.

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  2. No sé si hacer un comentario o escribir un post. Solo sé que hace unos años había muy poca variedad para escoger, que comer unas tortitas era casi misión imposible aunque en muchos países de Europa son habituales y que los refrescos son de naranja o de limón porque al consumidor patrio salirse de un sabor conocido le da alergia. Y eso Coke Inc lo ha sufrido en sus carnes con Cherry coke y otras aventuras.

    Así que me deja bastante estupefacta que se hable de aculturización cuando no puedes comprar cocacola de vainilla, algo habitual en la mayoría de supermercados alemanes. O comer tortitas o crepes, que son un clásico de Holanda, seguramente los culpables de que en NYC se coman tanto. New York, antes New Amsterdam.

    Al final siempre pienso en los japoneses y en los palillos chinos. Los palillos generaron una forma de comer mas exquisita, unos platos nuevos. También introdujeron el arroz gracias a los chinos. Y fue el budismos chan chino el que se convirtió en zen en japonés y trajo los dulces: los mochis. El carácter japonés modifico aquel plato chino de alga, arroz y pescado y lo convirtió en sushi.

    El problema es sentirnos colonizados a la primera de cambio. Sin duda los USA utilizan su cultura para colonizar. Pero quizá sea mucho peor comer cereales cada mañana, en vez de pan con aceite, que unos huevos benedictinos en el brunch que no vamos a hacer cada domingo ni de coña.

    :)

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  3. Al final tot és molt més fàcil del que creiem. Roger, que consti que el post no anava per tu ni està fet avui arrel dels comentaris del matí!!

    Com dic, al final sempre estem d'acord perquè crec que som gent amb un cert sentit comú. Això que dius d'anomenar a tot com a brunch és un crim. I el que hauríem de fer és el que dius, anomenar les coses apropiadament com és l'esmorzar de forquilla. Un concepte a protegir i a potenciar si és el que volem realment. Que hi comptin amb mi. I amb tu. El que no podem fer, crec, és criticar o ridiculitzar a aquells que se senten atrets per elements foranis determinats, perquè és veritat que el cupcake pot ser odiòs, però no passa amb res més...és curiòs, simplement.

    Marta, la más activa del blog, siempre con datos interesantísimos. ¿Por qué Alemania u Holanda acepta fácilmente esa presencia de producto americano de manera muy diferente a lo que pasa aquí? Igual la razón es la Guerra Fría, esa postguerra a partir de 1945 que hace que la presencia física americana sea muy importante en determinados lugares...habría que estudiar ahí. Yo también quiero más Coke Vanilla y menos Nestea, por decir algo, pero bueno, si no hay mercado pues no lo hay.
    El espíritu del post es que somos esa mezcla, esas influencias que van y vienen y nos moldean como individuos o sociedades. El ejemplo chino-japonés es claro, pero aquí la cocina española contemporánea bebe también de la francesa y no pasa nada. Pero la animosidad en contra de lo americano es otra cosa, y puedo estar equivocado por supuesto en esa impresión y realmente podría no existir...

    En todo caso, ya sé que nadie está en contra de los benedict como concepto, era solo un ejemplo ilustrativo sobre el rechazo cultural a lo que llamamos brunch y que como bien dice Roger muchas veces no lo son.

    Muchas gracias por pasaros a comentar!!

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  4. David, la animosidad anti yankee es patente últimamente, eso no te lo quería discutir en ningún momento. Está claro que es algo que va muchos mas allá que la comida, pero es una mezcla de cosas y el público de aquí es poco receptivo. Así que cuando una novedad cala, pues se hace negocio de ella. Mejor o peor, eso siempre es discutible según el caso.

    Sobre el tema de porqué hay menos resistencia en Alemania, pues tengo mi opinión y me la callo por el momento :)

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  5. No lo he entendido como que lo querías discutir, ni mucho menos. Sobre la receptividad del público de aquí, habría que discutir un poco, porque hay cosas que se adoptan y otras no tanto. Y sobre el negocio, pues es la base del capitalismo, qué le vamos a hacer...

    Sobre Alemania ahora nos dejas con la duda y el enigma...

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