10 de mayo de 2013

La Lista Negra y la Bandera.

Excusatio non petita acusatio manifiesta.


No es intención de este post, ni mucho menos, desacreditar el título de mejor restaurante del mundo concedido al Celler de Can Roca hace unos días. Por dos motivos: porque sería una paletada del tamaño del ego de algunas prima donas del mundillo gastronómico y porque que yo lo hiciera tendría una repercusión menor que esta entrada escrita en cirílico.

No va por ahí la cosa. El pensamiento en esta ocasión se encamina a la lista en sí, al hecho de que se le haga o no caso a cierto montaje en beneficio del show bussiness y de los patrocinios varios que deben ganar mucho dinero con esto. Vayamos por partes. 
El año pasado, la lista Restaurant volvió a encumbrar la cocina "de hierbas y algas" del Noma, definida por no recuerdo quién de esta grácil forma. En segundo lugar, El Celler de Can Roca se quedaba a las puertas de la gloria. Recuerdo gente rasgándose las vestiduras, casi prometiendo no volver a comer jamás algo que tuviese que ver con la botánica y sobre todo despotricando contra una lista "privada de medios privados que responde no a la calidad en sí de los locales sino a intereses ocultos" o contubernios judeomasones. Indignación, tongo, pucherazo. Toda la tarde del día de autos elucubrando con el más que posible número uno del Celler para que luego no fuese así. No todo el mundo, pero mucha gente del mundillo. Jamás se volvería a creer en una lista amañada dictada por no se sabe bien quién.

Hasta este año, claro. Noma lo tenía difícil tras casi envenenar durante el año a unos cuántos comensales (chúpate esa René, tío listo!!), con lo que era difícil que volviese a ganar tras el incidente. Eso dejaba al Celler en una posición más que privilegiada para encumbrarse. Y el mundo gastrohispano volvió a creer en la lista amañada. El milagro. La lista privada, ocultista e interesada volvía a ser una referencia dogmática. El número uno es el número uno, qué leches. Y sucedió. El Celler fue elegido como el mejor restaurante del mundo, sin discusión. Y se celebró como un título oficial en todo regla. ¿Lo es? Vuelvo al incio. Aquí no se discute que lo sea. Se discute el hecho. Se discute que hace un año la lista fuese un camelo y este año sea la Bíblia en edición incunable. Se discute que seamos tan chovinistas como los denostados franceses. Que tengamos unos principios pero que si no gustan tengamos otros. Que surja una especie de orgullo patrio de baja calaña para pasarles por la cara a no se sabe tampoco muy bien quién que "seamos" los mejores, etc. ¿"Somos" los mejores? ¿Quiénes somos nosotros? ¿España? ¿Quién cocina en el Celler, toda esa España y ancha es Castilla? No entiendo de orgullos patrios, más que nada porque me gustaría saber también el apoyo institucional que se le da al sector desde el Ministerio en cuestión, por ejemplo. Pero vaya, que el que quiera buscar una excusa y emborracharse por el orgullo nacional de que un restaurante de Girona sea el número uno del mundo, pues que lo haga. Repito por si no queda claro. Seguramente amo el Celler de Can Roca y aún no lo sé (no he ido, lo siento), pero no me siento más patriota si gana un título oficioso (ni oficial). Ni orgullo ni banderas. Pero si les hace felices, sigan con ello.

Otro día hablamos de cómo aprovecha este país que tanto quiere a sus restaurantes cuando ganan títulos el rédito de esta fama mundial y cómo lo invierte en educación gastronómica, por ejemplo. O si eso lo dejamos para un programa del corazón y hablamos de las supuestas rencillas personales entre los Roca o Adrià o entre sus mujeres, no sé. Eso sí que sabríamos hacerlo bien. Sin duda.

Pero bueno, yo no entiendo de esto.


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